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El Villafranquino Juan Calos Mestre Premio Nacional de Poesía por "La Casa Roja".

02.10.2009 | «Fui, y sigo siendo, el hijo del panadero de Villafranca, el que escribe versos». Así se define Juan Carlos Mestre, el poeta y pintor berciano que acaba de alzarse, a sus 52 años, con uno de los grandes galardones del género, el Nacional de Poesía, premio otorgado por su último libro, La casa roja , publicado por la editorial Calambur.

«Ante lo que se da sin que uno lo pida sólo puede caber el agradecimiento», afirmó Mestre con respecto a la concesión de este premio, pero apresurándose a subrayar que inmediatamente hay que regresar «al combate principal de la poesía», a la «lucha contra el autoenorgullecimiento», «contra el ruido de la sociedad de la publicidad».

De forma casi inmediata, además, el autor villafranquino tuvo palabras de recuerdo «para dos poetas de Castilla y León que han muerto este año y que me enseñaron el camino de la conciencia y la identidad poética, la única posibilidad, el único camino de mi vida: Antonio Pereira y José Miguel Ullán».

«No es que sea necesario, es que es justo, dedicar un homenaje intelectual a estos maestros», reflexionó Mestre, haciendo alusión también a autores como Gilbertus, que abrió a aquel niño de Villafranca las sendas de la poesía, «sueño y camino, el único Norte y conducta de mi vida», calificó.

 

«Pequeños hurtos, grandes deudas». Juan Carlos Mestre cree firmemente que la poesía tiene el poder de cambiar las vidas. A él le pasó con un verso de Antonio Gamoneda: «La belleza no es un lugar a donde van a parar los cobardes». Y es que al premio Cervantes leonés quiso dedicar términos elogiosos, pues también de él aprendió «lo poco que sé». Y es que concede Mestre que este arte está hecho «de pequeños hurtos y de grandes deudas».

Pero, ¿qué es La casa roja ? El poeta manifiesta su radical imposibilidad de definir la obra. «La poesía no es sino el intento de expresar algo que no se puede expresar de ninguna otra manera», algo que, «fuera de la poesía, no se puede percibir». «No hacemos lo que queremos, sino lo que podemos», sentenció. Aún así, intentó acercarse al espíritu del libro intuyendo que La casa roja es una «casa de huéspedes», un «barracón de insumisos», una «acción de desobediencia por medio del lenguaje», un «acto de resistencia ética y estética». « La casa roja -"continuó-" está habitada por un sistema coral de voces, de las voces de todos aquellos que cayeron en la fosa cargados de razón», de todos aquellos «que supieron decir, -˜no, tengo mis derechos, soy inocente. No me mates-™».

Un libro que remite al significado más profundo de la poesía, pues supone, o quiere ser, según su creador, además de un manifiesto «de resistencia contra el mal», un regreso «al lenguaje de la delicadeza humana», remitiendo a ese gran diálogo histórico entre hombres y culturas que hoy se hace más urgente que nunca. Un libro que desea acercarse al, como expresó, «único objetivo que tiene el arte, y que no es otro que el elogio de la dignidad humana».

El jurado ha estado presidido por el director general del Libro, Rogelio Blanco, y han formado parte de él Darío Xohan Cabana, Sebastián García Trujillo, Alex Susanna, Jose Carlos Quiroga, Dionisia García, Teresa Sanz, Elena Medel, Joan Margarit y Olvido García Valdés.